miércoles, 22 de septiembre de 2021

Decíamos ayer...



Hace tiempo que tenía pensado abrir un blog, pero en mi afán procrastinador, el "ya mañana" se convertía en un "hoy" que irremediablemente volvía a transformarse en "ya mañana". Y así en un ciclo sin fin que tenía pinta de repetirse eternamente.

Pero como siempre, el ejemplo es el mejor impulso que uno puede tener, por lo que gracias al ejemplo e insistencia de cierta gente y con la esperanza de que esto sirva como ejemplo para otros, abro este pequeño rinconcito para quien lo quiera leer, y empiezo, cómo no, con una declaración de intenciones como es transcribir el discurso de graduación con el que tuve el privilegio de representar (al menos en parte) a mi promoción de la universidad.

Esperemos que sea el comienzo de un gran viaje...


I

venerados Maestros;

ilustres cargos académicos;

muy estimados profesores;

queridos compañeros, familiares y amigos.


Para mí es un privilegio y motivo de profunda alegría poder dirigirme a la comunidad de la Universidad de Alcalá de Henares con ocasión de este tan significativo como emotivo acto de graduación. Tal y como en su momento no pudo decir un sabio: “Ya desde hace siglos esta universidad marca el camino y la vida de la ciudad, haciendo fructificar las mejores energías intelectuales en todos los campo del saber.” Así es, pues esta noble institución ha iluminado desde hace siglos, no ya sólo la histórica ciudad, sino el ánimo de hombres ilustres, de grandes pensadores, el Espíritu humano, en fin, que ha sido tanto foco de irradiación como receptor activo de este compromiso, a veces arduo y fatigoso, por la investigación y la formación de las nuevas generaciones. Compromiso que, más allá de ideologías sociales o políticas, está exclusivamente vinculado a la autoridad de la verdad, pues el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad.

Es por ello por lo que hemos pasado el último lustro entre estos muros.



II


Ahora bien, es normal que muchos se pregunten ¿y qué harán estos jóvenes estudiantes metidos en su torre de marfil?, ¿cómo podrán acercarse a ninguna verdad o conocimiento vital encerrados en un lugar donde se respira un ambiente tan poco mundano, tan poco práctico? Lo cierto es que la respuesta a esta pregunta nos la dieron ya al comienzo de esta nuestra alocada aventura de búsqueda, y se resume en estas líneas:


Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos, pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.



Este compendio explicativo del [proceso de búsqueda de la Verdad] que desde siempre enardece al hombre, fue enunciado hace ya mucho tiempo, pero revela el alcance de nuestro papel en el actual momento histórico. Nosotros no sólo conocemos la limitada experiencia práctica o empírica del tiempo actual, sino que, a través de estas ilustres almas que la muerte ausenta, accedemos a un Conocimiento Acumulado durante mil generaciones, a las aspiraciones y luchas que en su camino hacia la Verdad mantuvieron todos aquellos Buscadores que nos han precedido. Todas estas ilustres sombras del pasado dedicaron su existencia y sus energías a la labor que se nos confía hoy a nosotros, y nos inspiran, pues insuflan en nuestros corazones un ardiente deseo de Autenticidad y Conocimiento, a través de su ejemplo de compromiso abnegado y satisfecho con el más alto ideal de la Humanidad: la búsqueda de la Verdad. Efectivamente, todos ellos se han ido, pero sabían que se quedarían los pájaros cantando y el árbol verde, y el pozo blanco.

Sin embargo, es difícil beber de las fuentes del Saber, y, aunque dificultoso, resulta un proceso mucho más fructífero si se cuenta con la ayuda de un Buscador experimentado.



III


Tales guías nos introducen en los misterios del Conocimiento e iluminan para nosotros las etapas más oscuras del viaje, a la vez que nos sitúan ante nuevas sendas y nos animan a recorrer nuevos caminos. Efectivamente, no sólo las Sombras de los Antiguos recorren, susurrantes, los corredores de esta nuestra torre de marfil, si no que, custodios y administradores del saber, nuestros Maestros nos sirven de ejemplo y agotan su vida en una constante entrega. Y atención, porque, deliberadamente, digo Maestros, que no profesores. Maestro. Una vez oí decir que un maestro es aquél que no puede decir nada de sí mismo, pues el prisma de su vivencia sólo será reconstruido a través del conocimiento que de él tienen todos aquellos a los que ha enseñado. Tal vez sea una licencia poética extrema, pero en todo caso sí es cierto que un verdadero maestro conoce la vieja máxima: como la generación de las hojas, así es la de los hombres. Esparce el viento las hojas por el suelo, y el bosque, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera. Un verdadero Maestro sabe renunciar a sí mismo por los demás. No busca ser superior, si no ser superado; no olvida lo que debe a otros, sino que los alaba; no guarda para sí, sino que entrega; no pide, sino que otorga. Un Maestro, en fin, busca dar tanto como recibe, y no da más de lo que conoce, por el simple hecho de que no es posible dar de aquello que no se tiene.


***

En el Camino del Conocimiento siempre se puede andar solo, o con un guía, para mayor seguridad. Sin embargo, qué ameno resulta el viaje si se hace en compañía. Y en compañía hemos caminado. Para bien o para mal. A veces ayudándonos, otras, lastrándonos, pero siempre con un objetivo común: intentar compartir nuestro camino y nuestra meta. Buscando y ofreciendo apoyo incluso al que nos rechaza, pues nunca es mal momento para iluminar un alma atribulada.

En todo caso, podemos decir que para todos esta ha sido una época de cambio. Os podemos asegurar que no se abandonan estas estancias siendo el mismo que entró en ellas. Este ha sido un tiempo de cambio, de aprendizaje, de pérdida y de hallazgo. Un nuevo fuego brilla en nuestras almas. Somos presa de un proceso innegable de transfiguración. Hemos recibido un legado que, en mayor o menor medida, ha transformado nuestra percepción del mundo, pues la intelijencia nos ha dado el nombre exacto de las cosas. Nosotros hemos conocido un nuevo lenguaje y hemos visto cosas que otros jamás creerían. Nosotros somos la voz de las Musas; nosotros hemos navegado lejos del hogar hacia Troya y de vuelta al hogar hacia Ítaca, siempre a la luz de las estrellas; hemos cantado los amores de toda la humanidad y hemos conocido Babel; hemos bailado al son de la armonía de las esferas; hemos sido Alvar-Fáñez, cabalgando junto al Campeador y hemos soplado el Olifante en Roncesvalles; nosotros somos cada consejo leal al Conde; somos la figura triste del caballero y la soledad del náufrago; somos Segismundo en su torre y en su trono, en su miseria y en su escabel; somos la Poética, en lo preceptivo y en lo descriptivo; nosotros somos la luz en el ángulo oscuro: nosotros el Arpa. Y en todo este tiempo hemos tenido el privilegio de percibir el aroma de la Rosa.

Que no dejemos que todo ello se disuelva, que se confunda y se pierda como lágrimas en la lluvia. Algunos creerán que este momento es el final, sin embargo, este momento es todos los momentos. Para nosotros, el camino es la meta. No hemos de llegar al fin del recorrido, sino que para nosotros el mismo recorrido ha sido el fin. Y es un fin con el que comienza algo nuevo. Así que, no derraméis excesivas lágrimas, pues es mucho lo que hemos recibido, y nos queda todavía más aún por dar. Se ha cerrado una etapa de nuestras vidas y comienza una nueva. Y aunque, tal vez, como todos los comienzos, este comienzo sea oscuro, os digo: a mucho miedo, más valor.

Es verdad que hoy la situación es especialmente peliaguda. Pero justo por ello la luz es más fácilmente perceptible para el que, sinceramente, la busca. Hemos pasado a engrosar las filas de una fuerza que se encuentra en la esencia del corazón y la voluntad de la humanidad, una fuerza que se extiende en el tiempo y en el espacio de manera admirable para sus seguidores y sobrecogedora para sus opositores. Hoy día es más claramente perceptible esta oposición al movimiento de búsqueda de la Verdad, tan propio del ser humano. Hoy día la Ignorancia se extiende como una marea imparable y, engreída de sí misma, llega a atacar incluso esta nuestra noble institución. Y a pesar de ser consciente del corto alcance de mi voz, quiero advertir a los enemigos, tanto a los de fuera como a los dentro: no lo intentéis. No lucháis contra esta institución ni contra lo que representa, ni siquiera contra sus largos años de historia. Lucháis contra algo que es más grande que vuestra comprensión y cuya fundación es más poderosa que los cimientos de la tierra. Lucháis contra la naturaleza misma del hombre, contra un poder, un don que radica en el propio Corazón de la humanidad, y os aseguro que el que se atreva a dañar el Corazón del hombre, recibirá más de lo que pueda resistir. Será un bocado duro de tragar e imposible de digerir. Ya os advierto y os prevengo: ni lo intentéis.

La búsqueda de la Verdad, ya lo he dicho, es privilegio, obligación y parte esencial del Hombre; desde los albores del mundo y hasta que el sol se apague.


IV


Así pues, entendemos que se nos muestra un método, un cómo para acercarnos a la verdad. Sin embargo, hoy día es tan actual como siempre la célebre pregunta: Quid est Veritas? ¿Qué es la Verdad? Esta es una pregunta que está en constante expansión y requiere un esfuerzo permanente, de modo que nunca se plantea ni resuelve de manera definitiva. Por supuesto, tampoco yo puedo dar propiamente una respuesta, sólo puedo hacer una invitación a mantenerse en camino con esta pregunta, en camino con los grandes que a lo largo de toda la historia han luchado y buscado, con sus respuestas y con su inquietud por la verdad, que remite continuamente más allá de cualquier respuesta particular.


V


Ahora bien, si queremos ser dignos de tan ilustre compañía, habremos de actuar como estos venerables predecesores, y, como ellos, adquirir un compromiso claro y serio con la Verdad. Porque la Verdad compromete, y cuanto más se profundiza en ella, tanto más profundo se torna nuestro compromiso. Sin embargo, este compromiso no sólo pasa por una búsqueda continua, sino también, como nos han enseñado nuestros Maestros, por una entrega total, pues la verdad nunca es sólo teórica. El mismo San Agustín explicaba que el simple saber produce tristeza. Y es cierto, pues la verdad nos conduce hacia el bien. Y ese bien se ordena hacia, por y desde los demás. Quiero decir: el nuestro ha sido un camino apasionante, ilusionante y cautivador, pero todo lo que somos y tenemos, lo que hemos adquirido, no vale de nada si no es compartido. Podríamos hablar todas las lenguas del mundo y conocer los nombres de todas las estrellas, pero de nada nos vale si no lo entregamos. Nosotros somos el nuevo Prometeo. No somos mejores ni peores, sino que tenemos un privilegio, hemos recibido un don, y de nosotros depende que la Rosa continúe apartada en nuestro terruño, perfecta y perfumada bajo su campana de cristal o que, aunque quede expuesta a los peligros, su aroma llegue a todos aquellos que nos rodean.


VI


Hemos de ilusionarnos con este nuevo horizonte, una búsqueda para los demás en el hoy y el mañana, un acercamiento a la Verdad que nos entregue la Razón de la naturaleza humana, no a nosotros, sino a la Humanidad entera. Y así, gastaremos nuestros días en una labor que se renueva cada amanecer, aunque sea tan antigua como el corazón de los hombres. Y llegará un día en que tocarán a muerto y todos estaremos dormidos. Ese día la Dama del Alba tomará en sus suaves y delicadas manos las nuestras y concluirá la larga espera. Agotados al final de la jornada y cansados tras el arduo camino, reposaremos, esperando que lleguen lluvias suaves y sabiendo que toda nuestra labor no es más que una gota en el océano. Y será el fin, para nosotros, de la historia y de los cantos.

Entonces podremos sentarnos a contemplar nuestro Árbol, con sus hojas ahora perfectas, de la primera a la última, maduro, a la sombra de la Arboleda de los Días; erguido a la luz de un nuevo sol. Con sus raíces profundas y sus ramas cargadas de semillas y pobladas por aves de diversa melodía. Y allí buscaremos a los que nos precedieron, a los Antiguos y a nuestro Maestros, para sentarnos junto a ellos a contemplar el crecimiento conjunto de la Arboleda, a la vez que esperamos y preparamos la llegada de los que quedaron atrás. Y de algún lugar remoto, tan remoto como el Recuerdo nos llegarán noticias de nuestra Obra, tal vez por boca de otros Viajeros, tal vez por medio de las Voces perdidas, no importa. Se dirigirán a nosotros utilizando palabras tan altisonantes como Legado o Herencia. Y nosotros, al oírlo, contemplaremos nuestro Árbol y reiremos. “Reiremos con una risa clara y pura y las montañas resonarán con nuestra risa”.

Esto es todo lo que os puedo decir. Me contentaré con que recordéis cuatro palabras. Tan sólo cuatro palabras de este agotador discurso: compromiso con la Verdad. Son cuatro palabras que explican perfectamente algo que no he sido capaz de expresar en estos diez minutos y que he tardado cinco años en terminar de comprender, después de toda una vida de interrogantes. Que hagáis de este principio la guía de vuestras vidas. Yo empiezo hoy, y ya he dado mi primer paso. Os he hecho partícipes de esta visión.


Haced vuestro este mi empeño

Y que para toda la vida

Sea este nuestro sueño,

Esta, nuestra ilusión;


Pues toda la vida es sueño,

Y los sueños, sueños son.

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